Como sector cultural, el cine nacional debería dejar de pelear por subsidios, que son buenos para arrancar pero terribles para crear una industria autosuficiente, y pasar a pelear por incentivos fiscales donde se le dan beneficios tributarios a las empresas que invierten en cine. De esa forma, se pueden captar inversiones privadas tanto nacionales como internacionales. Ese es el modelo que están aplicando Colombia, Dominicana y Puerto Rico con muy buenos resultados. ¿Queremos que la empresa privada vea al cine como un negocio? Bueno, pongamos las condiciones para que lo sea.
Los cineastas tienen que entender que el mercado es cada vez más exigente. Me cuesta lo mismo pagar un mes de Netflix que me da acceso a películas de 180 millones de dólares como El Hombre Gris más 5 mil horas de programación que ir al cine una vez a ver una película de 2 horas, por lo que no podemos excusarnos en que no hay dinero o que el espectador debe entender que no puede exigir lo mismo al cine nacional. Lamentablemente verdugo no ofrece clemencia y el espectador, cuando se trata de su pequeño presupuesto para entretenimiento, es en sus escogencias un completo verdugo. O nos adaptamos o terminamos de morir.
Tenemos que hacer una introspección no solo en la calidad técnica de las películas, géneros e historias, sino en quiénes son sus protagonistas. ¿Por quién estarían dispuestos a pagar los espectadores venezolanos? ¿Quienes son esas personas, actores o no, que tienen conexión emocional directa con el público? Una y otra vez veo producciones protagonizadas por actores muy buenos, talentosísimos, pero absolutamente desconocidos, con cero carisma o poca conexión con el público. ¿Quieren que los medios le den más promoción al cine nacional? Pues pongámosle el acceso a las celebridades de las que quieren hablar.
El cine hoy en día es 100% Aspiracional. Nadie quiere ver cine pobre, ni de denuncia social ni de situaciones marginales. El espectador quiere evadirse, huir de una realidad horrorosa llena de crisis, miserias, necesidades no satisfechas, pandemias, recesiones, etc. Para ver todo eso, vemos el noticiero, leemos Twitter o basta y sobra con las cadenas de WhatsApp. Si voy a pagar 10$ por una entrada, quiero al menos ver locaciones espectaculares, personajes que viven y visten mejor de lo que sus profesiones pueden pagar en la realidad, situaciones que están alejadas de mi rutina… Suena estúpido y frívolo (En cierto modo lo es), pero es lo que el mercado pide y dice. Aquí vale un poco aquello que decía Louis B. Meyer, legendario productor y dueño de la última «M» del estudio MGM: «¿Quieres enviar un mensaje? Utiliza Western Union». Hagamos películas, no panfletos, noticieros ni nada por el estilo, porque ni los espectadores quieren verlo, los cines no quieren programarlas ni hay financistas que quieran pagarlos.
Seguir insistiendo en que el problema son los espectadores que no van al cine, los cines que no programan bien las películas, los empresarios que no invierten y las plataformas de streaming que no compran, es demasiado cómodo y falso. Es ver que todos los demás son el problema, en vez de aceptar que probablemente la solución del problema está en uno. Hagamos mejores películas, tal como las vienen haciendo en Argentina, México, Colombia, Rep. Dominicana… En cada uno de esos países encontraron «la fórmula» y poco a poco se irán alineando todas las demás piezas…
(Y sí, es «poco a poco», no va a cambiar radicalmente con una película…)
Marcello Gagliardi
Profesor de Distribución Audiovisual, Mercadeo Audiovisual y Coproducción Internacional.