Han transcurrido doscientos treinta y cuatro (234) años desde 1789, cuando se fundó el Departamento de Tesorería de los Estados Unidos, el cual hasta la fecha había efectuado pagos puntualmente. A partir de junio de 2023 ingresarán a la cotidianeidad del resto de la comunidad internacional. Ahora serán morosos.
Es injustificable prolongar tan amplio récord de excelencia crediticia, cuya longevidad radica en aumentos sistemáticos de techo de deuda, sin respaldo en metálico. Los demás países, empresas y ciudadanos no tenemos la potestad de aumentar unilateralmente nuestro límite de crédito. Se necesita obtener dinero para pagar.
Exorbitantes gastos de Estados Unidos se financian mediante sanciones a Afganistán, Balcanes, Bielorrusia, Corea del Norte, Cuba, Etiopía, Irán, Iraq, Líbano, Libia, Mali, Myanmar, Nicaragua, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Rusia, Siria, Somalia, Sudán, Sudán del Sur, Venezuela, Yemen y Zimbabwe.
En cada uno de los países mencionados, los ciudadanos empobrecidos y castigados por tantas sanciones, anhelamos observar la caída del estado verdugo. Estados Unidos recurre a deudas infinitas para fabricar armamentos de guerras militares y económicas, contra tantos países sancionados. Se volteará la tortilla.
Fascismos al poder en regímenes y oposiciones satélites, tales como Ucrania o Venezuela, prefieren que Estados Unidos aumente su techo de deuda. Burocracias financian Organismos No Gubernamentales politizados. ONGs imponen directrices a otros países acerca de candidaturas correctas para votar en venideras elecciones.
Repugna constatar tanto despilfarro de recursos, en garantía al plácido estilo de vida para los políticos del mundo. Emisión de deuda inorgánica debe cesar. China aun tiene tiempo de jugar bien sus cartas, liderará la migración de esta comunidad internacional a un nuevo orden financiero más permisivo, según necesidades de cada país.